Ya no me dueles,
tus gotas de lluvia dejaron de tocar en mi ventana.
Ya no soy yo
quien te recuerda
como si fueras
lo único bueno
que ha llegado a mi vida.
Desplegué mis alas,
y el viento sopla con fuerza.
El precipicio
se ha puesto de mi parte.
Quizás extrañes
cuando veas esa silla vacía,
donde me sentaba contigo
a almorzar
y a escuchar tus historias.
Hay un calor
que se me disipa,
como si yo fuera
una estufa humana.
Hoy se ha desvelado,
una gran certeza
Madrid ya no se vendará los ojos
al vernos
borrachos por sus calles.
Esta obra cuyo autor es Noemí Quesada está bajo una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons.
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