Te he llamado, pero no has cogido el teléfono.
Tenía que hablarte. Decirte que encontré mi eslabón perdido.
Que debo partir, porque se me acaba el tiempo. Se me acaba mi tiempo aquí.
He vomitado, y han salido todos esos miedo ajenos, impuestos en mí, uno a uno en fila india. Dando carta blanca a un torrente.
Me he liberado, y la libertad, amigo mío, te exige más responsabilidades que nadie.
Ahora me mudo, me voy en busca de tiempo nuevo.
Voy a recoger los frutos, de una siembra sabia. Llegar al saber, a sorbos, de fuentes esparcidas en los mapas que hay en esas aventuras, que mi padre relata. Y dice que son su vida.
Voy a regalarme, unos ojos nuevos cada jornada. Grabar todo, a fuego en mi mente, y quizás así, poder proyectarlo y revivirlo mañana.
Si es que llega un mañana.
Ven,
si lo escuchas a tiempo, a darme la mano. Apriétala fuerte.
La polvareda me espera.
Las lluvias sin agua.
Noches en las que nunca sobre una estrella.
Praderas en el cielo.
Fuego que cae, y nieva.
Me imagino el mundo como me da la gana.
He decidido vivir a mi manera.
Me voy.
Y una vez más,
no tengo billete de vuelta.
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