Jadeaba bruscamente. Se había parado y apoyaba las manos sobre las rodillas mientras se reclinaba levemente. Parecía como si así pudiera dejar más espacio a la entrada de aire en sus pulmones. Y era totalmente necesario. No sabía cuanto tiempo llevaba corriendo. Era sorprendente como el miedo actuaba sobre el cuerpo humano, que a pesar de todo, no había roto a sudar. Supervivencia, se le había grabado a fuego. Era en lo único que podía pensar. Dio una bocanada más.
No tardó en doblar la esquina y esconderse en el primer portal que encontró.
«Esto no es más que una pesadilla. ¿Por qué? Porqué a mí, porqué ahora que al fin estoy en paz, que estoy feliz, enamorada y preparada para dar el sí quiero…¿Por qué? »
Las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, pero sabía muy bien que no podía permitirse ese lujo. Hay muchas cosas que no puedes permitirte cuando tienes a un psicópata asesino pisándote los talones, tan sólo sobrevivir.
Y la sangre, que recubre todo, desde las palmas de sus manos, a salpicaduras esparcidas por su cuerpo. Y ese olor, a horror, pegajoso… dulce… Alguien se aproximaba a su escondite casual.
«Ya eres mío» – susurró sádicamente al completo desconocido que abrazaba por detrás, mientras le hacía un corte limpio en la yugular. Manteniéndolo entre sus brazos el tiempo justo para asegurarse de que moriría, dejándolo caer al suelo para terminar de desangrarse. Y echó a correr de nuevo. A por más.
Esta obra cuyo autor es Noemí Quesada está bajo una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons.